Tal como los animales, el ser humano se ve expuesto a diferentes estímulos durante su día a día. Es una experiencia constante en nuestra vida enfrentarnos a experiencias desafiantes; lo vivimos desde que nacemos. Ante estos estímulos desafiantes tenemos 2 formas de reaccionar: huyendo o atacando. Cada vez que nos enfrentamos a un estímulo, el cuerpo acumula energía para huir o atacar, sin embargo cuando percibimos que esta huida o ataque son insuficientes para el estímulo al que nos enfrentamos, nos paralizamos. Esa parálisis se llama «congelamiento». Esa energía no se usa y se guarda en diferentes partes del cuerpo.
El TRAUMA, se genera cuando el estímulo que tenemos que enfrentar es demasiado grande o cuando sentimos consciente o inconscientemente que nuestra capacidad de respuesta no nos permite resolver la situación desde la huída o el ataque. Entonces cuando nos pasan cosas a las que sentimos que no podemos responder, nos PARALIZAMOS. El congelamiento desde nuestro sistema nervioso central se vivencia como una especie de «apagón».
Cuando nos encontramos con estímulos parecidos a lo largo de nuestra vida, esa energía guardada se activa y volvemos a sentirnos paralizados o congelados. Esto se llama «Shock traumático». Cuando seguimos nuestra vida y depronto nos encontramos con un estímulo parecido, nuestro cerebro, que no tiene temporalidad, conecta con ese trauma que nos ocurrió en otra etapa de la vida y «cree» que es AHORA, y responde de la misma manera como si el evento fuese hoy. A esto le llamamos «activación traumática». Es la reacción de nuestro sistema cerebral de supervivencia (cerebro reptil) ante un estímulo que ya pasó, pero que nos vuelve a la memoria corporal.
Es por eso que decimos que el trauma no se pasa con el tiempo, y al contrario de lo que se cree, se va acumulando en el sistema nervioso u otras partes del cuerpo, pues generalmente no tenemos las herramientas para poder resolverlo de manera saludable. Es entonces, cuando luego llegamos a la consulta de nuestros terapeutas o médicos preguntándonos porqué no nos resultan las terapias, porqué aunque deseamos avanzar nos sentimos estancados o porqué no nos resultan las cosas a pesar de que tenemos todo a favor. O simplemente porqué muchas veces «abandonamos» las sesiones o sentimos que no avanzamos.
El trauma es el enemigo invisible. El Sistema nervioso lee el trauma como si el mundo exterior fuese peligroso y el cuerpo está costantemente en «alerta roja», por lo que no hay un espacio de relajación o expansión donde se produce la integración de experiencias y llene de energía. En palabras simples, el trauma bloquea el contínuo fluir de la expansión y contracción de la vida. Y nos deja en un solo estado «congelados o paralizados», sin poder descansar o vivir nuestra vida, avanzar, fluir o confiar. Muchos fracasos terapéuticos, se deben a que la persona está en una «activación traumática».
Algunos síntomas del trauma son: cansancio, poca energía, sensación de estar perdidos en la vida, poca capacidad de reaccionar, falta de claridad, bajo ánimo, negatividad, falta de interés por el presente, exeso de sueño, o al contrario, falta o exeso de sueño, pesadillas, incapacidad de estar en reposo o descanso, hiperactivación, acciones sin reflexionar, ansiedad, angustia, atáques de pánico, pensamientos repetitivos, discurso incesante, pensamientos intrusivos, étc.
A través de una técnica desarrollada por «Constelaciones México», que tuve la fortuna de aprender y aplicarla en mí misma, se pueden destrabar poco a poco los bloqueos traumáicos e integrarnos al fluir de la vida sintiéndonos renovados y vivos otra vez.
Yo recomiendo 3 sesiones 1 vez a la semana o cada 15 días, hasta que el consultante sienta que el síntoma ya no está.